En este restaurante condesiano se encargan de darte el confort que buscas después de tus horas eternas de trabajo y tráfico. El valet parking, la señorita del baño, el mesero y el cocinero, todos están ahí para recibirte con una sonrisa y llevar a tu mesa comida moldeada con el propósito que desde el primer bocado olvides cualquier asunto fuera de tus sentidos.
El lugar es grande, profundo, concluye en un patiecito donde algunas mesas gozan del sol o de las estrellas.
Focos cálidos flotan y emanan un halo acogedor. En la construcción del restaurante hubo un error que terminó siendo garantía para los comensales: no cuentan con cámaras de refrigeración. El espacio que tienen es debajo de la barra y es muy poco. El atún con costra y tres chiles que te sirven es o del día o del día.